LA ÉLITE CONTRA EL PUEBLO EN EL PARQUE CALDAS: ARRANCÓ LA “TUTELATÓN”

Arrancó la “tutelatón” para preservar el emblemático Parque Caldas como patrimonio biocultural de los habitantes de Popayán. Esta iniciativa busca revocar una arbitraria decisión del alcalde Juan Carlos Muñoz, quien afirma basarse en una recomendación de la Procuraduría, tras una solicitud del jurisconsulto Mario Cajas, reconocido abogado de la academia de jurisprudencia. En su solicitud, Cajas argumentó que la piedra del Parque Caldas sufre deterioro con las actividades culturales y artísticas que allí se realizan, dejando entrever una visión clasista que prioriza la conservación material del mobiliario sobre la vida comunitaria y popular de los habitantes de Popayán.

La Procuraduría ha señalado que sus recomendaciones no tienen efectos jurídicos vinculantes, pero el alcalde insiste en aplicar esta medida clasista. Paradójicamente, mientras el uso del Parque Caldas está generosamente permitido para los organizadores del festival gastronómico de Popayán, quienes disfrutan de su abolengo y distinción social, al resto de la ciudadanía, esa misma ciudadanía que realmente da vida al parque, se le prohíbe el acceso. Porque claro, preservar la piedra es primordial, a menos que seas de la élite gastronómica, en cuyo caso el desgaste es aparentemente inexistente.

Para el jurista Mario Cajas, según nuestra interpretación, la piedra se desgasta de manera alarmante cuando los chirimeros tocan su música, los skaters practican con sus patinetas, los bailarines de música andina danzan junto a la torre del reloj, y el colectivo de danza urbana “Jueves de Free” se reúne, audazmente, los jueves para bailar frente a la Gobernación. Igualmente, los músicos afrocolombianos con sus ritmos de marimba frente a la alcaldía, los artesanos exhibiendo sus productos, los vendedores ambulantes ganándose la vida, los trabajadores informales buscando sustento, las cocineras tradicionales con sus chuzos y mazorcas, y los fotógrafos capturando recuerdos en papel, todos estos seres desgastan la piedra que tanto preocupa al doctor Cajas.

Curiosamente, creemos que la piedra se desgasta para los festivales de todo tipo, salvo el gastronómico, donde parece que la piedra adquiere propiedades mágicas de resistencia. Además, los transeúntes, los estudiantes que descansan en el parque, y los lustrabotas que dan brillo a los zapatos también contribuyen a esta supuesta erosión. Todos ellos, al parecer, están en una conspiración secreta para acabar con la integridad de la piedra que le quita el sueño al buen doctor Cajas. Para prevenir tal desgaste, llegan funcionarios sin identificar y hasta la policía a imponer comparendos, porque claro, la ley es solo para los de ruana.

El Parque Caldas fue creado con la ciudad en 1537; a su alrededor se construyeron las casas de los fundadores y las dependencias de los poderes religioso y gubernamental. Nació como una plaza de mercado, y en 1910 se instaló la estatua del Sabio Caldas, obra del escultor francés Raoul Verlet. En la misma época, fueron sembrados los árboles que hoy adornan y rodean la escultura.

Este enfoque basado en la ciudad aséptica ignora por completo que el Parque Caldas ha sido históricamente un espacio de encuentro donde confluyen relaciones sociales, económicas, políticas, culturales y espirituales de la comarca, otrora primera plaza de mercado de la ciudad de Popayán.

Con la campaña judicial que busca recuperar el uso colectivo y popular del Parque Caldas, los ciudadanos comunes de Popayán esperamos sentar un precedente para erradicar las prácticas clasistas en la ciudad. La medida adoptada por la Alcaldía de Popayán, basada en una recomendación no vinculante de la Procuraduría General de la Nación, vulnera derechos fundamentales como la igualdad, el trabajo, la libertad de expresión y la cultura. Esta decisión discrimina a toda la ciudadanía de Popayán privándola del uso del parque.

El principio de confianza legítima también se ve afectado, ya que las actividades económicas, sociales, artísticas y culturales en el Parque Caldas se han llevado a cabo durante siglos, un periodo considerablemente significativo en el que siempre han sido permitidas. La historia y tradición cultural, los permisos previos y la tolerancia de la administración local refuerzan la expectativa de que estas actividades son legítimas. Cualquier cambio en las condiciones de uso del parque debe considerar estas expectativas y no afectar desproporcionadamente la libertad creativa ni el acceso del público a expresiones económicas, sociales y culturales.

El derecho al espacio público, consagrado en la Constitución, establece que el Estado debe proteger la integridad del espacio público y asegurar su destinación al uso común. La prohibición de actividades culturales y económicas en el Parque Caldas no respeta este principio y constituye una clara vulneración de derechos fundamentales.

Con la campaña judicial que busca recuperar el uso colectivo y popular del Parque Caldas, los ciudadanos del común esperamos sentar un precedente para erradicar las prácticas clasistas en nuestra ciudad y garantizar un espacio verdaderamente inclusivo y representativo de la diversidad cultural y social de Popayán.

Por: Sofía López Mera, Abogada, Periodista y Defensora de Derechos Humanos de la Corporación Justicia y Dignidad.