Nos recibió Inglaterra con una parábola de luz: veinte grados centígrados y un cielo limpio, sin la nube que suele empañar la memoria de estas islas. Bajo ese azul insólito empezó el itinerario de quien firma—Sofía López Mera, abogada defensora de derechos humanos, periodista y, cuando el deber se afloja, poeta. Esta crónica quiere contar, sin rodeos, lo que hicimos allá: primero en York, luego en Londres.
York: sembrar la palabra en terreno fértil
La Universidad de York y la Caravana Internacional de Juristas nos convocaron a un ejercicio académico, pero la teoría se nos quedó corta. Llevamos la herida abierta del suroccidente colombiano y relatamos los riesgos que asedian a abogados, comunidades y defensores. Presentamos dos frutos nacidos en la Octava Caravana de Juristas:
Justicia Indígena para la Paz: madres buscadoras, lideresas nasa y misak, defensoras afros y campesinas tejiendo justicia propia.
Guardia Intercultural Humanitaria: cincuenta mujeres—bastón indígena, pañuelo cimarrón, voz campesina—soñando la chiva de la paz, gracias al arrojo de Sol Guejia Villamil y Emilse Jiménez Popo.
En Colombia esas ideas levantaron polvo: nos amenazaron con denuncias por plagio, como si la paz tuviera patente. Que ladren—dijo el Quijote—, señal de que cabalgamos. Y cabalgamos hasta Inglaterra para abrirle micrófono a esas propuestas: no es delito, es deber.
Londres: la ciudad que escucha cuando se nombra la guerra
La capital británica dictó un ritmo exacto:
Parlamento británico, con el grupo parlamentario de derechos humanos y visita guiada entre vitrales.
Comité Internacional del Colegio de Abogados Westminster & Holborn: todas mujeres—catalanas, inglesas—y yo, colombiana, hilvanando causas.
FCDO, la cancillería británica, donde la diplomacia prestó oídos a las cifras de reclutamiento forzado y al 2026 que asoma con filo.
Acompañaron ABColombia y The Law Society, tendiendo puentes que ojalá resistan la marea.
Dos nombres sostuvieron el andamiaje: Pier Giuseppe, investigador de la Universidad de York que hace de la solidaridad método de trabajo, y Sara Chandler, fundadora de la Caravana Internacional de Juristas, mayora incansable que me preparaba la lonchera y cada reunión con el esmero de una madre que protege a su hija forastera. A ellos va mi gratitud más honda. Pier Giuseppe nos recuerda, con cada documento que redacta y cada puerta que abre, que la universidad no está condenada a los anaqueles: puede bajar al barro y transformar realidades con la misma pulcritud con que cita jurisprudencia. Sara Chandler, madre-abuela de espíritu ancho, fue más allá de la solidaridad: me cobijó en su propia familia y, entre agenda y agenda, deslizó la certidumbre de que el amor—cuando es puro—organiza mejor que cualquier protocolo.
Epílogo bajo el mismo cielo claro
La gira fue breve, suficiente para espigar un manojo de poemas sobre el tiempo y el amor que cargo en el pecho. Volvimos con la libreta saturada de promesas, mapas de riesgo y la certeza de que cada kilómetro andado ensancha la ruta: que la labor de los abogados defensores sea segura, que la justicia indígena y la guardia intercultural prosperen, y que los sueños de las madres encuentren, por fin, un cielo tan despejado como el que nos dio la bienvenida en Inglaterra.
Por Sofía López, abogada y periodista de la Corporación Justicia & Dignidad