Yalanda y el alcalde: los Pilatos del Cauca preparan su bloqueo santo

En el Cauca, la Semana Santa ya tiene su propio vía crucis: la amenaza constante de que dos personajes, más ocupados en mantener sus cuotas de poder que en servir a su gente, decidan convertir la Panamericana en su plaza de guerra personal.

Luis Enrique Yalanda, quien ya no cuenta con el reconocimiento del Ministerio del Interior como autoridad del resguardo de La María —aunque él prefiera ignorarlo— ha lanzado una advertencia que huele más a venganza que a defensa de derechos: si no le dan lo que quiere, se viene el bloqueo.

Y no está solo. El alcalde Jhón Freiman Urbano, con un talento notable para meterse en conflictos que no le corresponden, ha decidido unirse a esta cruzada del capricho. El dúo dinámico de la politiquería local ahora amenaza con arruinarle la Semana Santa no solo a Popayán —una ciudad con gran potencial turístico—, sino a todo el Cauca.

Y todo esto mientras el Ministerio del Interior aún no ha tomado una decisión definitiva frente a la apelación de Yalanda, que ni siquiera fue presentada por él o por la comunidad indígena que dice representar, sino por el alcalde de Piendamó, que no tiene velas en ese entierro… o mejor dicho, en ese bloqueo.

Pero eso no ha impedido que Yalanda y el alcalde armen su espectáculo, como si la amenaza misma fuera suficiente para presionar a punta de caos. Sin duda alguna, es la derecha obrando: saboteando al gobierno Petro y tratando de desacreditar tanto al movimiento indígena legítimo como a las organizaciones sociales y populares que, desde hace ya un buen tiempo, no recurren a la Panamericana como escenario de movilización.

Porque, claro, nada dice “liderazgo legítimo” como intentar conseguir por chantaje lo que no se logró en las urnas ni en las comunidades. Yalanda sueña con ser gobernador vitalicio del resguardo. No por votación, no por consenso, sino por desgaste. Por aburrimiento. Por cansancio del gobierno nacional y del pueblo caucano.

¿Y mientras tanto, quién pierde?

Los comerciantes, que esperaban salvar su año en esta temporada. Los campesinos, que no podrán sacar sus productos. Los enfermos, que tal vez no lleguen a tiempo al hospital. Los turistas, que no sabrán si armar maleta o cancelar. Y todo un pueblo, el caucanos, que sigue pagando los platos rotos de una pelea que ni le va ni le viene.

Que no nos vengan a decir que esto es autonomía. Esto es chantaje político, egoísmo disfrazado de lucha ancestral, y una oposición rastrera que usa las carreteras como método de presión. El caos como estrategia. El capricho como bandera.

¿Y el Ministerio del Interior? Esperando. Analizando. Calculando. Mientras tanto, el mensaje está claro: si la decisión no favorece al señor Yalanda, habrá más amenazas, más bloqueos, más “protestas”. Y claro, más víctimas colaterales.

El Cauca no necesita más saboteadores con megáfono. Necesita líderes. Pero parece que, por ahora, lo único que tenemos es teatro. Y del malo.