¿Avanza el viejo plan sionista sobre la Patagonia? La peligrosa alianza entre Milei e Israel que reaviva temores geopolíticos

La fotografía dio la vuelta al mundo. Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel, fue captado revisando un pequeño mapa de Sudamérica donde se distinguían claramente Argentina y Chile. No hubo discursos ni declaraciones oficiales. Solo el gesto de observar, en privado, un territorio lejano. Pero en América Latina la imagen activó viejos temores. No era un simple papel: era el viejo fantasma del Plan Andinia.

Mientras Israel atraviesa uno de los momentos más tensos de su historia, con guerra abierta contra Irán y crecientes condenas por la masacre en Gaza, el gobierno de Javier Milei avanza hacia un alineamiento total con Tel Aviv. Este giro reactiva un debate silenciado durante décadas: la Patagonia como territorio estratégico para intereses israelíes.

En junio de 2025, durante su visita a Israel, Milei selló acuerdos inéditos. Trasladará la embajada argentina a Jerusalén, desafiando las resoluciones de Naciones Unidas. Además, firmó pactos de cooperación militar, tecnológica y de inteligencia con Netanyahu, profundizando una alianza que va mucho más allá de la diplomacia.

El trasfondo es aún más inquietante: la reactivación de una vieja hipótesis geopolítica que nunca fue descartada del todo: el Plan Andinia.

Este plan surgió en el siglo XX como un proyecto alternativo del movimiento sionista para fundar un Estado judío fuera de Medio Oriente. La Patagonia, compartida por Argentina y Chile, destacaba por su baja densidad poblacional, sus recursos de agua, gas y minerales, y su lejanía de los conflictos globales.

Aunque Israel se consolidó en Palestina en 1948, sectores nacionalistas sudamericanos sostienen que la Patagonia siguió en la mira como eventual “plan B” ante un eventual colapso en Medio Oriente. Israel siempre negó esta posibilidad, pero múltiples movimientos económicos, migratorios y estratégicos mantienen viva la sospecha.

Durante las últimas décadas, los hechos alimentan la alarma. La empresa estatal israelí Mekorot gestiona sistemas de agua en el sur argentino, controlando recursos críticos. Empresarios como el judeo-británico Joe Lewis poseen más de 14.000 hectáreas en Lago Escondido, con reservas de agua dulce, corredores estratégicos y hasta un aeropuerto privado. Miles de ex soldados israelíes llegan cada año como mochileros tras cumplir su servicio militar; algunos informes indican que realizan relevamientos de terreno. Los incendios forestales recurrentes han facilitado la compra de tierras estratégicas a precios irrisorios.

Mientras tanto, el Estado argentino ha debilitado su control territorial. Las Fuerzas Armadas, tras años de privatizaciones y recortes, hoy tienen una capacidad operativa muy limitada. Argentina prácticamente no puede defender efectivamente sus propios recursos estratégicos en el sur.

En paralelo, avanza el control económico y mediático. Destaca Eduardo Elsztain, tesorero del Congreso Judío Mundial, uno de los mayores terratenientes de Argentina, con fuerte influencia sobre la Agencia Nacional de Bienes del Estado. Los medios de comunicación, bajo presión o autocensura, evitan el debate o lo reducen al terreno de la conspiración, desinformando a la población.

Argentina alberga la comunidad judía más numerosa de América Latina, con alrededor de 180.000 personas. Aunque su historia es diversa y no puede reducirse a una sola posición política, existen dentro de ella sectores fuertemente alineados con el sionismo internacional.

En este contexto crítico, Milei ha cometido un acto de enorme irresponsabilidad política e institucional. Firmó un acuerdo militar con Israel justo en las vísperas del ataque de Netanyahu a Irán. La pregunta es inevitable: ¿Milei sabía de antemano que ese ataque ocurriría e involucró a Argentina sin aprobación parlamentaria? ¿O actuó sin medir las consecuencias? En ambos escenarios, alineó a Argentina en una guerra armada por el imperialismo contra los pueblos del mundo.

Ya no se trata de teorías. Los hechos muestran un proceso real de penetración económica, militar y territorial israelí sobre la Patagonia, bajo el amparo de un Estado argentino debilitado y cómplice. Este modelo no sólo amenaza la soberanía argentina, sino la estabilidad de toda América Latina.

El sionismo ha demostrado, en distintos puntos del planeta, su capacidad para impulsar guerras, desplazamientos forzados, saqueo de recursos y despojo territorial. La Patagonia podría ser el próximo escenario de esa maquinaria global de expropiación y violencia. El viejo Plan Andinia, otrora una sospecha, hoy es un escenario geopolítico que América Latina no puede seguir ignorando.

Por Prensa Justicia & Dignidad