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Así amaneció el Cauca: entre cilindros, candidatos y saqueos

Martes 27 de mayo. El gallo no cantó en Rosas: lo silenció el estruendo de un cilindro bomba que explotó en plena vía Panamericana. Porque así es como amanece el Cauca: no con sol, sino con humo. No con esperanza, sino con miedo. Un miedo programado, orquestado, rentable.

En El Cofre, entre Popayán y Piendamó, hombres armados montaron un espectáculo de rutina: camión atravesado, vehículos pintados, cilindros puestos como adornos letales. En Caloto, otro cilindro cerraba el paso, como si el camino estuviera vetado por decreto de guerra. En Miranda, vereda Guatemala, un artefacto explosivo esperaba pacientes en la carretera, mientras la gente cruzaba por el costado, como si fuera normal. Y en Santander de Quilichao, pancartas de un grupo armado amanecieron colgadas en la zona urbana, como si fueran anuncios de supermercado.

En Guachené también hubo pancartas, grafitis y el mismo silencio de siempre. Un silencio cómplice, burocrático, electoral.

Y que no nos vengan con el cuento de que esto es culpa del gobierno de Petro o del comunismo internacional, o del Castrochavismo. ¡Por favor! Ya nos sabemos esta película. Aquí lo que se está cocinando, otra vez, es una campaña electoral con sabor a plomo y miedo. Las derechas, esas que huelen a moho de finca ganadera y a whisky de club militar, ya activaron su maquinaria: retórica de orden, camuflado a la medida, y el viejo truco del “enemigo interno”.

Porque claro, ¿qué mejor forma de vender el viejo cuento de la “seguridad” en el 2026 que sembrando más caos desde ahora? Los comerciantes de la guerra saben lo que hacen: entre más explosiones, más rating. Entre más cilindros, más contratos. Entre más miedo, más Cabal. Porque sí, entre más cilindros en El Cofre o en Rosas, más posibilidades de verla a ella no solo en el Congreso, sino —Dios no lo quiera— en la Presidencia. Colombia no puede caer más bajo. Pero ojo, que siempre hay un sótano más.

El libreto está escrito: se intensifica la violencia, se agita el fantasma del terrorismo, se promete mano dura, se esconde el saqueo. Y el pueblo, ¿qué? El pueblo sobrevive. A pie, esquivando explosivos, cruzando puentes bajo riesgo, esperando que alguien gobierne sin necesidad de armarse hasta los dientes.

Ya sabemos quiénes son, qué quieren y a qué vienen: a repetir el ciclo de siempre. No más Uribes. No más Palomas Valencias con discursos aprendidos. No más candidatas del miedo vendiendo patria como si fuera detergente.

Esto no es seguridad. Es una estrategia de campaña. Una campaña de horror, de sangre y de cinismo.

Así amanecimos en el Cauca. Y si a usted le sorprende, es porque nunca ha tenido que vivir entre la pólvora, la propaganda y la indiferencia.

Por Sofía López, abogada y periodista de la Corporación Justicia & Dignidad