En 2018, Alicia Arango, ministra de Trabajo del gobierno de Iván Duque y alfil insigne del uribismo, lanzó una idea que parecía una broma de mal gusto: que en Colombia se pudiera contratar por horas y pagar por esas mismas horas las prestaciones sociales. Una maravilla de “flexibilización laboral” que, según ella, nos haría más competitivos. Como quien dice: usted trabaja una hora, le pagan esa hora, y luego a rebuscarse lo que queda del día, porque el capitalismo también necesita que usted aprenda a “emprender”.
En ese momento, la propuesta generó resistencia. Y aunque esa figura ya existía en la ley, no había sido aplicada porque no contaba con la reglamentación necesaria. Es decir, el monstruo dormía. Pero tranquilos, que llegó Angélica Lozano a despertarlo.
Sí, la misma Angélica que hablaba de proteger derechos laborales y que ahora, desde la presidencia de la Comisión Cuarta del Senado, impulsa con entusiasmo una contra-reforma que termina por hacer realidad el sueño neoliberal que Alicia Arango no pudo concretar. Con la reglamentación que impulsa, el trabajador podrá, por fin, ser oficialmente contratado por una sola hora al día. ¡La hora gloriosa!
Porque no se trata solo de un tecnicismo. Esta reglamentación es el engranaje que faltaba para institucionalizar por completo una forma de vinculación laboral que la OIT y la OCDE han advertido —en todos los idiomas y formatos posibles— que genera precarización. Es decir: empleos inestables, ingresos insuficientes, evasión de derechos, fragmentación contractual, y por supuesto, un desfinanciamiento progresivo de los sistemas de seguridad social. ¿Y qué podría salir mal?
De hecho, esta modalidad está íntimamente relacionada con el aumento de la desigualdad y la discriminación, sobre todo hacia mujeres, jóvenes y migrantes. También se ha vinculado con un incremento en los problemas de salud física y mental de los trabajadores, debido a la imprevisibilidad de horarios, la inseguridad económica y la absoluta imposibilidad de planear una vida cotidiana. Pero eso son detalles, ¿no?
Lo irónico (o cínico, según se mire) es que se nos vende como “modernización” algo que en realidad es un retroceso. Porque sí, en otros países también hay contratación por horas, pero bajo regulaciones estrictas. La OCDE y la OIT recomiendan, por ejemplo, un número mínimo de horas garantizadas por semana o mes, protecciones colectivas, seguridad en la afiliación social y previsibilidad. En Colombia, en cambio, preferimos la libertad… la libertad empresarial, por supuesto.
Esta propuesta —que usted, senadora Angélica Lozano, y la mayoría de la Comisión Cuarta respaldan— no solo termina de abrir la puerta, sino que pone la alfombra roja. Se legaliza y normaliza un modelo donde el trabajador labora una hora al día y el resto del tiempo se queda con el silencio del celular, sin salario ni cobertura, pero con todas las obligaciones del sistema.
Y lo mejor: todo esto sin que se note demasiado. Porque se hace en nombre de la “modernización”, mientras se desmantelan los derechos laborales por la puerta de atrás. Así, la reforma laboral de Petro fue frenada, pero esta contra-reforma sí va avanzando, con menos ruido y más eficacia.
En conclusión, lo que Alicia Arango soñó, Angélica Lozano lo está ejecutando. Lo que parecía un disparate de la derecha pura, lo está consolidando el centro ilustrado. Y así, Colombia avanza hacia el futuro… pero uno en el que la gente trabaja una hora, cotiza una hora, vive con media hora de comida y sueña con quince minutos de dignidad.
Por Prensa Justicia & Dignidad