Durante la década de 1980, la Brigada XX del Ejército Nacional se convirtió en un oscuro símbolo de la guerra sucia y criminalidad de estado en Colombia. Bajo su mando operaron el Batallón de Inteligencia y Contrainteligencia (BINCI) y otros cuerpos militares que ejecutaron estrategias de terror contra quienes eran considerados enemigos del Estado. Sindicalistas, activistas de derechos humanos y miembros de organizaciones políticas de izquierda como la Unión Patriótica, el M-19 y el EPL fueron detenidos arbitrariamente, torturados, violentados y, en muchos casos, desaparecidos.
Las denuncias sobre estos crímenes llegaron incluso a Estados Unidos, que presionó para el cierre de la Brigada XX en 1998. Pero su rastro de violencia quedó impregnado en los muros de sus instalaciones y en la tierra que hoy es removida en busca de las víctimas que nunca volvieron a casa.
Décadas después, la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) ordenó medidas cautelares sobre el terreno donde funcionó la Brigada XX, ahora conocido como el Batallón Escuela de Logística. Allí, un equipo forense de la JEP inició excavaciones en busca de cuerpos desaparecidos.
El primer hallazgo no tardó en llegar: dos fragmentos de hueso. Medicina Legal confirmó que pertenecían a un hombre de entre 20 y 28 años. Pero su identidad sigue oculta; el deterioro de los restos impidió extraer ADN. Aun así, estos pequeños fragmentos óseos son la primera prueba física de que los desaparecidos pueden estar ahí, sepultados en el mismo lugar donde sufrieron sus últimas horas de vida.
Mientras se analizan las capas de tierra en busca de más indicios, la JEP también lucha en otro frente: la preservación de los archivos de inteligencia y contrainteligencia de la Brigada XX. Estos documentos pueden ser la clave para saber quiénes ordenaron, ejecutaron y encubrieron los crímenes. Sin embargo, el riesgo de que sean alterados o destruidos es latente.
Las víctimas y sus familias han esperado décadas para conocer qué pasó con sus seres queridos. Algunos han muerto sin respuesta, otros han resistido con la esperanza de que el Estado, algún día, reconozca su dolor y castigue a los responsables.
La Brigada XX fue cerrada, pero el sistema que permitió su funcionamiento sigue presente en las sombras. La justicia no puede seguir siendo esquiva. La memoria de las víctimas y la dignidad de un país lo exigen.