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Nos pintaron la cara de Uribe: el reclutamiento forzado y el silencio impuesto en el Cauca

En Morales, Cauca, la guerra no se anuncia: se respira. En las montañas que se pintan de verde y neblina, los niños ya no juegan a las escondidas, simplemente desaparecen. El domingo pasado nos borraron el mural. Uno que decía: “Reclutamiento forzado, nunca más”. En su lugar, como si fuera una burla cruel, nos pintaron la cara de Álvaro Uribe. En Popayán —donde se supone que mandan las leyes, los derechos, la justicia— se nos prohíbe hablar del reclutamiento forzado. Se nos borra. Se nos calla.

La Junta de Acción Comunal de San Antonio, en el municipio de Morales, denunció públicamente el presunto rapto de varios menores de edad en la vereda Campo Alegre, municipio de Piendamó. Pero no se atrevieron a dar nombres. No pueden. Aquí, en el Cauca, nombrar a un niño es ponerlo en la mira. Es exponer a su familia a la amenaza. El comunicado fue breve, escueto. Apenas un murmullo entre los gritos de la guerra. Las familias, sin embargo, lloran en silencio y repiten lo que temen: que sus hijos fueron llevados a los campamentos en la montaña.

No es un caso aislado. La Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca ha reportado que entre enero de 2017 y abril de 2024, al menos 817 niños indígenas de esta región han sido reclutados por grupos armados. La cifra duele. Arde. Porque detrás de cada número hay una madre, una abuela, un hermano menor que espera. Y porque sabemos que esta es apenas la punta del iceberg.

Nuestro Movimiento Nacional de Madres y Mujeres por la Paz presentó un informe ante el Comité de los Derechos del Niño de la ONU. Allí denunciamos que la ciudad de Popayán aparece sistemáticamente de segunda o tercera en el país con más casos de reclutamiento forzado de menores. No es casualidad. La guerra nos respira en la nuca. Y en Popayán, donde se toman decisiones, donde se dan los discursos, donde los murales deberían servir para recordar, nos pintaron la cara de Uribe.

No creemos en las denuncias mediáticas del Centro Democrático. No porque el reclutamiento no exista, sino porque sabemos que las disidencias de las FARC, que son hoy un grupo armado funcional a la derecha, siguen siendo las principales responsables de llevarse a nuestros hijos. Mientras hacen oposición al gobierno de Petro, usan el reclutamiento forzado como moneda de guerra. Como una manera de seguir aterrorizando a los territorios.

Mientras tanto, las fiscalías 11 y 4 especializadas se llenan de carpetas. Y de silencio. Porque aquí la impunidad se viste de trámite. Porque denunciar no basta. Porque si denuncias, te amenazan.

Nosotras —las madres, las mujeres, las que buscamos— no nos rendimos. Aunque nos borren, aunque nos amenacen, aunque nos pinten en la cara a quien más daño nos ha hecho. Seguiremos levantando la voz por nuestros hijos e hijas. Seguiremos recordando a los desaparecidos. Seguiremos diciendo que el reclutamiento forzado no es un tema del pasado: es el presente silenciado de este país.

Y si ellos nos borran, nosotras volvemos.

Movimiento Nacional de Madres y Mujeres por la Paz

Cauca, abril de 2025