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Bitácora del Horror: Comisión de Esclarecimiento ¡Ya! – Días 4M , 5M y 6M

El 4 y 5 de mayo del 2021 no fueron días comunes: fueron días de plomo. Mientras en los noticieros hablaban de “restablecer el orden”, en las calles el orden lo imponían los fusiles. En Popayán, los estudiantes corrieron de la Universidad del Cauca a los hospitales; en Medellín, los jóvenes fueron cazados entre las lomas; en Barrancabermeja, los barrios populares retumbaron con ráfagas que no venían de las películas; y en Caicedonia, el pueblo chico fue testigo del terror grande. No hubo distinción entre el que gritaba y el que grababa, entre el que marchaba y el que miraba. Fueron días de exterminio selectivo, disfrazado de “operativo policial”. Días en que la democracia se tiñó de sangre joven. Por eso, exigimos una Comisión de Esclarecimiento Ya. No para que la verdad duerma en oficinas alfombradas, sino para que grite, para que acuse, para que repare.

3 y 4 de mayo de 2021 – Popayán: Violencia policial, persecución y terror

La tarde del 3 de mayo en Popayán fue de resistencia pacífica. Desde Campanario hasta la Esmeralda, la juventud se tomó las calles con arte, cantos y dignidad. Pero hacia las 11 de la noche, la noche se tornó infierno: el ESMAD y la Policía arremetieron con bombas, granadas de aturdimiento y persecución desmedida contra manifestantes y habitantes de los barrios La Chirimía, Guayabal, El Pajonal y La Esmeralda.

Quienes huían eran perseguidos a bordo de motocicletas, detenidos arbitrariamente y conducidos a la URI, que operaba como un centro de represión. Allí, la fuerza pública organizó un cerco que transformó ese lugar en una trinchera de impunidad y abuso.

4 de mayo de 2021 – Comunicado ONU y masacres urbanas

Desde Ginebra, la portavoz de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU expresó su alarma: Colombia se desangraba bajo el uso desproporcionado de la fuerza.

4 de mayo de 2021 – Cali: Muerte bajo las armas del Estado

  • César Augusto Barient murió por complicaciones respiratorias tras inhalar gases lacrimógenos en Medellín. Un técnico, no un manifestante. La nube tóxica, lanzada sin criterio, lo envolvió. La policía llamó ambulancia, pero él no quiso hospitalización por temor al COVID. Falleció días después. Su madre denunció la violencia policial como causa directa.
  • Javier Alonso Uribe Díaz, reciclador, cayó abatido por una bala mientras buscaba a su sobrino en medio de disturbios en Los Lagos. Su cuerpo yació por más de 10 horas en el suelo. El Estado no llegó. El pueblo lloró.
  • José Yesit Acevedo Santamaría, taxista, asesinado en el caos. Las versiones se contradicen: un retén, un barrio agitado, un disparo impune. Otra vida silenciada.

4 de mayo de 2021 –  La Virginia, Risaralda – Golpe y río: asesinato de Brahian Gabriel Rojas

Brahian no marchaba. Solo pasaba por el puente. El ESMAD lo golpeó brutalmente, lo llevó al borde del río Cauca. Su cuerpo fue hallado flotando. Golpeado. Muerto. La versión oficial no explica su destino.

4 de mayo de 2021 – Cali – Incursión armada policial en Siloé

La noche del 4 de mayo, Siloé volvió a ser campo de batalla. La policía gaseó el barrio entero. Hubo enfrentamientos y varios heridos. Silencio oficial. Ruido de disparos. Rostros cubiertos de miedo.

4 de mayo de 2021 – Miranda, Cauca: Infiltración militar

En el municipio de Miranda, Cauca, miembros del Ejército Nacional fueron sorprendidos por la comunidad vestidos de civil y portando armas de fuego. Su objetivo: infiltrar las protestas pacíficas que se desarrollaban sobre la vía que comunica con Cali, Valle del Cauca. La comunidad denunció esta acción como una estrategia encubierta para generar violencia en el marco de la movilización social.

5 de mayo de 2021 – Pereira, Risaralda: El asesinato de Lucas Villa

Eran las 7:30 de la noche en el Viaducto César Gaviria. Un grupo de jóvenes estudiantes de la Universidad Tecnológica de Pereira protestaba de forma pacífica cuando fueron atacados a tiros por sujetos vestidos de civil que se movilizaban en motocicleta. Lucas Villa, activista estudiantil de 37 años, fue alcanzado por ocho disparos y falleció el 10 de mayo. Otros dos jóvenes, Andrés Felipe y Javier Darío, también resultaron heridos.

Minutos antes del atentado, las luces del alumbrado público fueron apagadas y las cámaras de seguridad no captaron registros. Testigos relataron la presencia de drones en el área. Una camioneta se había acercado poco antes para entregar agua y víveres a los manifestantes. Lucas, con su voz inconfundible, gritaba “¡el ignorante, el terco, el dormido, despierte!”, cuando un punto láser apareció sobre su camisa turquesa, seguido por el sonido de una moto de alto cilindraje. Luego vinieron los disparos. En el hospital se denunció abandono médico y presunta negligencia por parte del personal de turno. Lucas era estudiante de Ciencias del Deporte y Recreación, reconocido por su liderazgo entre los círculos estudiantiles.

5 de mayo de 2021 – Caicedonia, Valle del Cauca: Homicidio de Pedro Benito Suárez Ariza

Pedro Benito Suárez Ariza transitaba en motocicleta por una zona rural de Caicedonia, donde un grupo de manifestantes mantenía un bloqueo. Según versiones oficiales recogidas por Caracol Radio, Suárez pidió que le permitieran el paso. Ante la negativa, sacó un arma y disparó contra uno de los jóvenes. En respuesta, fue agredido por la comunidad con piedras y palos, y falleció en el lugar. Las autoridades calificaron el hecho como un acto de intolerancia en el contexto del paro nacional.

5 de mayo de 2021 – Caicedonia, Valle del Cauca: Homicidio de Alberto Cuartas Herrán

En el mismo contexto de bloqueo en Caicedonia, Alberto Cuartas Herrán se encontraba entre los manifestantes cuando fue atacado por Pedro Benito Suárez Ariza, quien disparó en su contra y en contra de otra persona. Cuartas recibió un disparo en la cabeza. Fue trasladado al Hospital Santander del municipio, donde falleció minutos después. Según el medio El Tabloide, el hecho ocurrió en una zona rural del municipio. Nuevamente, las autoridades lo clasificaron como un hecho de intolerancia en el marco del paro.

5 de mayo de 2021 – Medellín – Lesión ocular

Santiago Vélez Piedrahita salió con la marcha desde el Parque de los Deseos. Era una manifestación tranquila, sin piedras ni gritos de guerra. Cruzaron la ciudad, regresaron al punto de partida ya entrada la medianoche. Frente a la Casa de Justicia, como si el nombre fuera una ironía, apareció el ESMAD. Sin previo aviso, sin provocación, atacaron.

Santiago levantó los brazos. No gritó, no corrió. Solo se detuvo, como queriendo decir: “Estoy aquí, en paz”. Pero un cilindro de gas le voló la mitad del rostro. Venía encendido, con llama en la cola. Lo tumbó al suelo. El humo lo envolvía y la multitud huyó. Dos jóvenes, sin pensarlo, lo sacaron a rastras y lo llevaron a un hospital.

Ahí empezó la segunda parte del infierno. Pérdida total del ojo izquierdo. Daño neurológico en la cara. Sensibilidad borrada. Miedo perpetuo. Y la rabia muda de saberse mutilado por el Estado. Santiago no volverá a ver con ese ojo, pero recuerda bien la noche en que lo apagaron.

5 de mayo de 2021 – Medellín – Intento de homicidio: Jonathan Velázquez Aguiar

Jonathan tiene 18 años. Una discapacidad que le impide siquiera pensar en agredir a alguien. Estaba en casa, con su mamá, cuando las motos del ESMAD llegaron al barrio como si fueran a entrar a una guerra. Redadas, gritos, golpes. A su madre la tumbaron al piso, la patearon con las caderas, le dieron con las rodillas. Él salió, instintivamente, a defenderla.

No insultó. No golpeó. Solo quiso proteger. Pero lo arrastraron por el cuello, lo tiraron al piso, intentaron ahorcarlo. Le partieron la nariz. Le dejaron marcas en la garganta que no se van. Su madre gritaba mientras la golpeaban por intentar salvar a su hijo.

Ese día Jonathan entendió que no hacía falta portar un arma para que lo condenaran. Solo bastaba estar vivo, ser joven, estar ahí.

5 de mayo de 2021 – Cali – Montajes judiciales

Dayro Hidalgo García no estaba en la calle. No ese día. Es líder de la Comuna 13, músico, formador, gestor cultural. Habla de paz, enseña a rimar la rabia. No tira piedras. Pero el 5 de mayo se vio en un cartel de la Policía Nacional. Su rostro, recortado, como si fuera buscado por secuestro o asesinato. Decía: “Ayúdanos a identificarlos. Gracias a usted los capturaremos. Absoluta reserva”.

¿Su crimen? Promover el turismo comunitario. Hacer talleres con niños. Haber estado en las calles el 28 de abril, cuando la ciudad entera gritaba por justicia. El cartel lo puso en la mira, lo convirtió en blanco.

Dayro denunció. Porque quedarse callado también es morir. Porque a veces, resistir es escribir su nombre en la historia antes de que otros lo borren.

5 de mayo de 2021 – Barrancabermeja – Escuadrones de la muerte

En Barrancabermeja, la historia se repite como un eco maldito. La Corporación CREDHOS denunció que empresarios de la zona pactaron con paramilitares un acuerdo de sangre: matar a los jóvenes de la Primera Línea, a quienes protestaran en el sector de Obras Públicas. Un pacto sellado en El Centro, el corregimiento donde duermen los que mandan.

Volvieron los escuadrones de la muerte. Esta vez sin brazaletes, pero con la misma misión: limpiar la ciudad de rebeldes. No hay lista pública, pero sí objetivos definidos. La vida de los jóvenes tiene precio. El mensaje es claro: quien se levanta, cae.

6 de mayo de 2021: 6 de mayo de 2021 – Cali: La Luna y la Portada al Mar

El 6 de mayo de 2021, durante el Paro Nacional, Cali volvió a ser escenario de ataques armados contra la protesta social. A la 1:15 p.m., en el sector conocido como La Luna, al sur de la ciudad, hombres vestidos de civil llegaron en dos vehículos —una camioneta blanca y un Chevrolet Spark negro, modelo reciente— y dispararon de forma indiscriminada contra manifestantes que se encontraban en ese punto. Entre ellos estaba una comisión de la Minga indígena del norte del Cauca, que fue hostigada sin que ninguna autoridad interviniera. Una persona resultó herida por arma de fuego.

La situación fue registrada por testigos y organizaciones como la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (ACIN), que alertaron sobre la gravedad del hecho y denunciaron que la presencia de civiles armados actuando en coordinación o bajo protección de la fuerza pública se estaba volviendo recurrente.

Dos horas más tarde, hacia las tres de la tarde, se reportó otro ataque armado en la Portada al Mar, otro de los puntos de concentración de la protesta en Cali. Nuevamente, civiles armados dispararon contra manifestantes sin que se hiciera presente ninguna respuesta institucional para frenar el ataque.

Ambos hechos ocurrieron en un contexto de creciente estigmatización hacia los pueblos indígenas por parte del Gobierno Nacional, cuyas declaraciones públicas acusaban a la Minga de alterar el orden público. Las agresiones encajan dentro de un patrón sistemático de violencia estatal y paraestatal que busca desarticular la protesta a través del uso letal de la fuerza.

El 6 de mayo no fue una excepción, sino una evidencia más del modelo de represión que se desplegó en las calles de Cali durante las jornadas del paro.

Cali, Popayán, Medellín, Barrancabermeja y Caicedonia llevan cicatrices que no se ven, pero que duelen como si fueran de carne. Las madres caminan con el nombre de sus hijos en la garganta. La impunidad sigue agazapada, sonriente, entre despachos tibios y uniformes impecables. Pero el país que sangró en esos dos días no puede resignarse a callar. ¿Quién disparó en la esquina? ¿Quién dio la orden en la sala de mando? ¿Quién desapareció a los muchachos? ¿Quién limpió los rastros? No habrá paz verdadera sin respuestas. La Comisión de Esclarecimiento tiene que instalarse ya, con urgencia, con poder, con dignidad. Porque si el país olvida lo que pasó el 4, 6 y 5 de mayo, estará condenado a repetirlo. Y los muertos volverán, no para marchar, sino para reclamar justicia.