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Bitácora del Horror: Comisión de Esclarecimiento ¡Ya! – Día 28A

Desde temprano, la ciudad y el campo amanecieron inquietos. No era un día cualquiera. Era el inicio de una marea incontenible: la juventud, las madres, los trabajadores, los campesinos, los pueblos indígenas, los estudiantes, salieron a las calles con una sola voz: “¡A parar para avanzar, viva el paro nacional!”.
El estallido no surgió de la nada. Venía cocinándose desde las profundas heridas abiertas en la sociedad colombiana. Para 2021, el Índice de Gini, esa medida fría que cuantifica la desigualdad económica, seguía en un alarmante 0,53, situando a Colombia entre los países más desiguales del mundo. Este índice, que va del 0 al 1, donde 0 representa una igualdad total y 1 una concentración absoluta de la riqueza, reflejaba la profunda fractura de un país donde unos pocos tenían mucho y muchos tenían nada. La pobreza, como una sombra interminable, afectaba a más de 21 millones de personas, mientras que 7,4 millones vivían en pobreza extrema, sobreviviendo al día, luchando por lo que para otros es tan fácil como conseguir un plato de comida.
El desempleo juvenil rebasaba el 23%, mientras más de 3 millones de jóvenes —los llamados “ninis”— sobrevivían sin trabajo ni educación. A esto se sumaba un presupuesto nacional secuestrado por la deuda y el gasto militar: en 2021, el 62% del Presupuesto General de la Nación se destinaba a funcionamiento (burocracia, ejército y policía), mientras la inversión social decrecía peligrosamente.
El proyecto de reforma tributaria impulsado por el gobierno fue la gota que rebosó la copa. Pretendía gravar aún más a los sectores populares y a la clase media en medio de la peor crisis económica y social de las últimas décadas. Fue percibido como un acto de crueldad en un país donde las ollas comunitarias empezaban a multiplicarse para combatir el hambre.
Pero lo que salió a flote aquel 28 de abril no era solo el rechazo a una ley injusta. Era el grito colectivo de quienes, durante décadas, habían sido silenciados y reprimidos. Era la memoria viva de la Constitución de 1991, que prometió derechos y participación, frente a un Estado que seguía usando la fuerza y la exclusión como su respuesta.
Era el eco de los Acuerdos de Paz de 2016 incumplidos, las banderas de las madres buscando a sus hijos desaparecidos, la rabia de los territorios olvidados, la valentía de una generación nueva que se negaba a heredar el miedo.
Ese día, las carreteras se llenaron de barricadas, las plazas de cantos, las ciudades de banderas. Desde Cali hasta Bogotá, desde Medellín hasta Pasto, retumbaba la consigna:
¡A parar para avanzar, viva el paro nacional!

Este levantamiento fue crucial para la llegada de Gustavo Petro a la presidencia. Sin embargo, hoy su promesa de crear una Comisión de la Verdad sobre los hechos del paro sigue sin cumplirse, y por eso exigimos a este gobierno la Comisión de Esclarecimiento ¡Ya!

Reconocimiento Especial
Este trabajo de “Bitácora del Horror” no sería posible sin el impulso del Padre Javier Giraldo, el esfuerzo de investigación de los integrantes de Justicia y Dignidad, y el invaluable aporte de Fredy Caicedo en la sistematización de los informes internacionales. Su compromiso y dedicación hacen posible que la verdad se visibilice.
28 de abril de 2021 — La historia no volvió a ser la misma.
Cuando apenas caían los primeros rayos de sol, el digno pueblo Misak, con sus bastones de mando y su historia de resistencia, tumbaba la estatua de Sebastián de Belalcázar en uno de los barrios más exclusivos y elitistas de Cali. Era el amanecer de un nuevo tiempo: la memoria indígena reclamaba su lugar en medio de una ciudad acostumbrada a invisibilizarla.

28 de abril de 2021 — Bogotá: El primer disparo
A la altura de la 34 sur con avenida Cali, en Bogotá, cuando apenas empezaban a arder las aceras de tanto paso inconforme, el ESMAD apuntó contra la multitud. No lanzaron al aire: dispararon al cuerpo. Una defensora de derechos humanos de la Red Popular cayó herida por un gas lacrimógeno que le partió la piel y la fe. Ella misma lo dijo después, aún con la voz rota: no fue accidente, fue arremetida contra quienes llevaban solo chalecos y credenciales en las manos. Contra quienes solo querían evitar más muertos.

28 de abril de 2021 — Cali: Marcelo, el muchacho que no llegó a los 18
En el barrio Mariano Ramos, cerca de Puerto Resistencia, un niño indígena corría. Marcelo Agredo Inchima, 17 años, el menor de cuatro hermanos, estudiante de noveno grado, trabajador cuando podía. Lo mató un disparo de la Policía. Cayó al suelo, y en su cabeza el sol empezó a apagarse. Llegó muerto al Valle del Lili, aunque el parte médico hablara de muerte cerebral. Iba a cumplir 18 en agosto. No llegó. No lo dejaron llegar.

28 de abril de 2021 — Nariño: Me importa un culo
En algún lugar de Nariño, bajo el miedo y el uniforme, una defensora de derechos humanos entregó su cédula como quien entrega su vida. El Mayor Hernán Meléndez la revisó. Se la devolvió. Entonces, una policía mujer le asestó un golpe seco en los senos. Ella, valiente, volvió a decir quién era. La respuesta le taladró el oído: “Me importa un culo”. Así de brutal, así de descarnada la manera de tratar a quienes solo querían cuidar.

28 de abril de 2021 — Cali, Medellín, Popayán, Bogotá, Barranquilla: Matar la esperanza
Las brigadas médicas improvisadas en las esquinas de ciudades como Cali, Medellín, Popayán, Bogotá y Barranquilla se convirtieron en refugios en medio del terror. Jóvenes de batas blancas, armados solo con gasas y una voluntad de hierro, se entregaban al cuidado de los heridos. Pero incluso ellos fueron blanco del odio. La policía disparaba gases lacrimógenos directamente en los puntos de atención, golpeaba a los enfermeros y sacaba a patadas a los médicos de sus puestos de ayuda. Los hospitales no quedaron exentos: allí también irrumpieron, buscando capturar a los heridos como si fueran criminales. Muchos recibieron amenazas directas: “te vamos a violar, te vamos a matar”. No solo les robaron la vida, sino que intentaron arrebatarles la esperanza misma.

28 de abril de 2021 — Popayán: El gas en la casa de los heridos
En Popayán, 22 almas fueron detenidas, golpeadas y humilladas. Agentes del ESMAD y del Grupo de Operaciones Especiales GOES atacaron a estudiantes, indígenas, periodistas y defensoras de derechos humanos. En la tarde, cuando intentaban estabilizar sus cuerpos destrozados en la sede de un sindicato, el horror los alcanzó nuevamente. El gas lacrimógeno se infiltró por las ventanas, como una serpiente de muerte, en un lugar destinado al auxilio, a los vendajes y a los suspiros de dolor. Y aun así, lanzaron el gas. Luego, los llevaron al hospital, algunos apenas respirando. Era el primer día de una larga noche que, lamentablemente, apenas comenzaba.

28 de abril de 2021 — La Virginia, Risaralda: La desaparición de Brahian
28 de abril de 2021. Brahian Gabriel Rojas, de 26 años, desapareció en La Virginia, Risaralda, en pleno estallido del Paro Nacional. Su hermana, Thalía, denunció que a las 10 de la noche, él se encontraba bajo el puente Francisco Jaramillo, junto a ella y otros amigos. Encima del puente, el enfrentamiento entre manifestantes y la Policía era feroz, y la multitud se dispersó rápidamente, corriendo hacia abajo. El ESMAD los rodeó, los golpeó, los arrinconó. Brahian, el hermano mayor, logró escapar, su rostro destrozado y su espalda marcada por los golpes. Pero Brahian no tuvo la misma suerte. Desde ese momento, se lo tragó la oscuridad. El 4 de mayo, los bomberos de Sabanalarga, Antioquia, hallaron su cuerpo sin vida flotando en el río Cauca. Presentaba signos de golpizas y un disparo en el pie. Thalía envió fotos para confirmar la identidad, y el 7 de mayo, le entregaron su cadáver. Brahian sabía nadar. Trabajaba en una arenera, donde tenía que sumergirse hasta el fondo del río para sacar arena. Nadie entiende cómo terminó allí, tan lejos del lugar donde desapareció, flotando en las aguas de un río que ya no devolvía cuerpos, sino silencios.

28 de abril de 2021 — Soacha: La violencia sexual en la protesta
Una joven manifestante del municipio de Soacha vivió una de las peores experiencias del Paro Nacional. Mientras las calles se llenaban de voces exigiendo justicia, ella fue detenida por un grupo de cinco agentes del ESMAD. La subieron a un camión de la Policía Nacional, donde fue golpeada y sometida a violencia sexual. Los palos, las patadas, y los abusos fueron su condena solo por ejercer su derecho a la protesta. La brutalidad policial no solo dejó marcas físicas, sino también una herida profunda en su dignidad. Era un recordatorio del alcance de la represión: no bastaba con golpear, también había que humillar.

28 de abril de 2021 — Bucaramanga: La represión de los defensores y las imágenes robadas
El 28 de abril en Bucaramanga, la protesta en la plazoleta Luis Carlos Galán fue brutalmente reprimida. La Policía, sin identificación, fotografió a manifestantes y defensores de derechos humanos. A las cinco de la tarde, los gases lacrimógenos y los chorros de agua a presión comenzaron, dejando heridos y detenidos, entre ellos Brayan Barrios, Duván Andrés Morales y Jonathan Fornaris. La Policía negó detenciones y usó el mecanismo de Traslados por Protección para sancionar a los protestantes. En medio del caos, las brigadas médicas y la prensa alternativa fueron también blanco de la represión.

28 de abril de 2021: Un Disparo Silenciado en Soacha
En el cruce de la calle 22 en Soacha, un hombre de civil, miembro de la Policía, disparó a quemarropa a los manifestantes, hiriendo a un joven. La comunidad, al descubrir su identidad, entregó su billetera al padre del herido, pero la Policía, la SIJIN y el CTI intimidaron al padre, mientras les confiscaban los celulares. El arma nunca apareció, pero el hostigamiento a la familia no cesó.

28 de abril de 2021: Un Ojo Perdido en Bogotá
Leidy, estudiante de Ciencias Políticas, sufrió una lesión ocular cuando un miembro del ESMAD disparó contra los manifestantes. A pesar de las grabaciones, el agresor no fue identificado. Los gases lacrimógenos rodearon a Leidy y su novio, y, aunque levantaron las manos en señal de paz, fueron atacados a disparos.

28 de abril de 2021: Tortura en Pasto
David Julián Vera Chaves, un joven manifestante en Pasto, fue brutalmente agredido por el ESMAD. Tras recibir un gas lacrimógeno en la cara, perdió el conocimiento y, aunque fue atendido, sufrió daños irreparables en la boca. La violencia no solo fue física, sino también psicológica.

28 de abril de 2021: La Visión de Daniel Rota
Daniel David Meléndez Gómez sufrió un impacto directo en el ojo derecho durante las protestas, lo que le causó severas heridas en el iris y la córnea. A pesar de la gravedad de su lesión, la EPS EMSSANAR se negó a ofrecerle tratamiento adecuado, dejando su visión en grave riesgo.

28 de abril de 2021: Secuestro en la Estación de Sierra Morena
Edwin Segura, miembro de Marcha Patriótica, fue detenido y agredido por el ESMAD junto a su hermano. Fueron llevados a la Estación de Sierra Morena donde sufrieron una golpiza, dejando a Edwin con lesiones severas en la nariz y el cráneo.

28 de abril de 2021: Desaparición Forzada en Cali
Luis Herman Ladino Bañol, de 45 años, se unió a las protestas, pero no regresó a su casa. Su familia intentó activar el Mecanismo de Búsqueda Urgente, pero no tuvo éxito hasta que, el 8 de mayo, su cuerpo fue encontrado en una UCI en Cali. Las fuerzas de seguridad fueron responsables de su desaparición.

28 de abril de 2021. Cali, Floralia. El rostro de la resistencia.
Una mujer, que había sido testigo y protagonista en el corazón de la protesta, decidió alzar la voz. En el punto de Paso del Comercio, en el barrio Floralia, atendió a una multitud de heridos, víctimas de la brutalidad de la fuerza pública. La violencia era palpable en el aire y en los cuerpos de los manifestantes. Su rol de ayuda, lejos de ser invisible, le dio visibilidad, y poco a poco se convirtió en vocera de las víctimas, representante en reuniones públicas donde los gritos de dolor se transformaban en exigencias de justicia. Su voz se unió a las muchas que, como ella, se alzaban frente a la impunidad.

28 de abril de 2021. Apocalipso y Puerto Madero. Los gritos del silencio.
A la misma hora, en los puntos de resistencia denominados Apocalipso y Puerto Madero, las plataformas de derechos humanos, brigadas de salud y jóvenes de la primera línea fueron blanco de una furia desmedida. El ESMAD, la Policía Nacional, civiles armados y francotiradores no dejaron espacio para la paz. La represión llegó a niveles inhumanos, con ataques brutales que marcaron no solo los cuerpos, sino la memoria de quienes fueron testigos. La violencia no solo era un acto de fuerza, sino un mensaje: el derecho a la protesta sería sofocado a toda costa.

28 de abril de 2021. Puerto Tejada: racismo, despojo y violencia estatal.
En Puerto Tejada, la protesta fue brutalmente reprimida por las fuerzas de seguridad, con el respaldo de empresas como Huevos Kike. Líderes sindicales fueron despedidos y acosados, mientras los manifestantes, principalmente afrodescendientes, sufrieron agresiones físicas, amenazas y estigmatización. El ESMAD disparó a quemarropa y secuestró a un joven para torturarlo. La violencia estatal, sumada a la complicidad empresarial, intentó silenciar la resistencia, pero la lucha de la comunidad afrodescendiente sigue viva, a pesar de la represión.

28 de abril de 2021: La Represión en Yumbo
El ESMAD arremetió contra manifestantes pacíficos en Yumbo. Un joven defensor de derechos humanos, con su chaleco visible, fue golpeado brutalmente por los agentes. A pesar de identificarse como parte de una ONG de DDHH, fue agredido y llamado “terrorista” por los uniformados.

28 de abril de 2021. Tortura y represión sistemática: el rostro oculto de la protesta.
El 28 de abril de 2021, la represión estatal alcanzó niveles alarmantes con 699 detenciones arbitrarias en el contexto de las protestas. La fuerza pública utilizó el método de los “Traslados por Protección”, haciendo desaparecer transitoriamente a los manifestantes. Sebastián Giraldo Zapata fue uno de los afectados: mientras grababa la brutal golpiza de la policía, fue detenido, golpeado y despojado de su celular. Luego, a pesar de las graves lesiones, continuó siendo hostigado y acusado falsamente de agredir a un policía. Tras ser trasladado a La Candelaria, fue sometido a más abusos en condiciones de hacinamiento extremo. La violencia se extendió al proceso judicial, donde las denuncias de tortura fueron ignoradas. Este día reveló no solo la brutalidad estatal, sino la impunidad que sostiene este sistema de represión.

28 de abril de 2021. Amedrentamiento y hostigamiento institucional en Santuario, Risaralda.
Viviana Aranda Giraldo denunció amenazas y hostigamiento tras participar en una protesta en apoyo al paro nacional. Fue citada por el alcalde de Santuario Zuloaga, quien la acusó de ser la promotora del corte vial y le advirtió que debía “cuidarse” por posibles atentados. A pesar de no recibir protección, las amenazas continuaron, siendo llamada “terrorista” y “guerrillera”. Viviana, temerosa por su vida y la de sus hijos debido a la presencia paramilitar en la zona, vivió bajo constante hostigamiento social respaldado por la complicidad institucional.

28 de abril de 2021. Agresión a periodistas en Comuna 13, Medellín.
Daniel Tales, de Morada Noticias Comuna 13, y dos jóvenes fueron rodeados por agentes de la policía y del ESMAD mientras caminaban por la calle 9. Al grabar los hechos, uno de los comunicadores fue agredido, le quitaron el celular y lo rompieron arrojándolo contra una pared.

29 de abril de 2021. Agresión en Yumbo, Valle del Cauca.
En las cercanías de la fábrica de Texaco, Rodrigo Becerra y su hijo, quienes realizaban una labor humanitaria, fueron agredidos por el ESMAD y la Policía Nacional. Al interceder por un detenido, fueron amenazados y recibieron insultos de los agentes, quienes desestimaron los derechos humanos.