Esa noche, Colombia se miró al espejo y no se reconoció. La represión se extendió como plaga, ciudad por ciudad, cuerpo por cuerpo. No fue un exceso. Fue una estrategia. No fue caos. Fue orden del poder. Los uniformes se camuflaron en la sombra, y desde la sombra dispararon. Murieron jóvenes. Desaparecieron verdades. Violaron cuerpos. Silenciaron voces. Pero también nacieron resistencias.
Hoy, a tres años de aquella jornada de terror, exigimos la creación inmediata de una Comisión de Esclarecimiento sobre los Crímenes de Estado cometidos durante el estallido social. Porque la memoria no puede depender del olvido, ni la justicia del calendario.
2 de mayo de 2021 – Paso del Comercio Cali- Homicidio de Nicolas Guerrero
La noche anterior al infierno, Juan Nicolás Guerrero García, artista, soñador, pariente del alcalde, encendía velas por los que ya no estaban. Participaba en una vigilia en la 14 de Calima, entre canciones y murmullos de resistencia. Horas después, un proyectil le voló la cabeza. No fue bala perdida: fue bala decidida. Los que disparan desde el poder sabían que estaban matando algo más que a un cuerpo: estaban matando una memoria, un símbolo. Pero fallaron. Porque la madre de Nicolás, Laura Guerrero, parió ese día una lucha.
3 de mayo de 2021 – Glorieta Siloe – la horrible noche
Lo que ocurrió en Siloé esa noche no fue un operativo. Fue una incursión armada. Una emboscada estatal. Un castigo colectivo. Bajaron el ESMAD, el GOES, el Ejército. Entraron con tanquetas, drones, helicópteros y el respaldo de la narrativa del miedo. No entraron a disuadir. Entraron a cazar.
A Harold Rodríguez Mellizo lo alcanzó un láser en la cara. Tenía veinte años. Un francotirador lo vio. Le apuntó. Harold puso la mano por reflejo. El balazo le partió el cuerpo en dos rutas: la carne del brazo y la arteria del cuello. Murió desangrado en la glorieta, entre salchipapas y sueños.
José Emilson Ambuila, negro, alto, corpulento, se agachó para cubrirse. El tirador esperó a que se quedara quieto. Le disparó por la espalda. Dos veces. Uno de los tiros le abrió el cuello como si la vida pudiera desbordarse por una sola herida. Tenía 34 años. Su humanidad quedó tirada en la calle Segunda Oeste, donde antes los niños jugaban.
Kevin Anthony Agudelo recibió el impacto en el pecho. Un francotirador también. Le apuntó al corazón. Kevin se movió apenas, como si el destino le diera una última oportunidad. Pero el balazo supersónico lo alcanzó. Le reventó los pulmones. Lo dejó sin aire. Sin futuro. Sin abrazo.
Esa noche hubo al menos 50 heridos. La mayoría no alcanzó a llegar al hospital. Algunos se quedaron tirados en los callejones. Otros los recogieron vecinos en motos, improvisando ambulancias con miedo. Pero el horror no terminó ahí: esa noche nació un trauma colectivo que sigue sin nombre, sin juez, sin condena.
Los cuerpos fueron elocuentes. Las trayectorias de las balas no mienten. Los disparos llegaron de arriba, de lejos, con puntería quirúrgica. Desde un helicóptero. Desde la sombra. Desde el Estado.
3 de mayo de 2021 en Yumbo, Valle del Cauca – Homicidio de Wenceslao Solís Sánchez
Wenceslao Solís Sánchez caminaba por la comuna 1 con otros vecinos. Vieron saqueos, escucharon disparos. No alcanzó a correr. Lo hirieron y murió poco después en el hospital de Yumbo. No disparaba, no saqueaba, solo estaba ahí. Lo mató el miedo disfrazado de autoridad. Uno más que cayó sin juicio, en un país donde la calle cobra vida.
3 de mayo de 2021 en Cali – Homicidio de Cristian Arturo Hinojosa Murillo
Cristian Hinojosa tenía 26 años. Fue asesinado en la comuna 13 de Cali durante el Paro Nacional. Nadie ha explicado por qué. Era joven, estaba en la calle, en días en que eso bastaba para morir. Su nombre quedó en el eco de los que siguen gritando justicia.
3 de mayo de 2021 – Barranquilla – Abuso policial y allanamientos ilegales
Ese día, en Barranquilla, la Policía llegó con las chaquetas al revés, como si la ley se pudiera esconder. Dispararon a los manifestantes, detuvieron a muchos. Golpearon a quienes defendían derechos, les quitaron sus celulares para borrar las pruebas. Entraron a casas sin orden, buscando culpables en los rincones de la rabia.
3 de mayo de 2021 – Medellín – Detención arbitraria y tortura
En Medellín, a un joven lo levantaron sin razones. Lo desaparecieron por horas, lo llevaron al CTP. Allí, la oscuridad tuvo nombre: tortura. Cuando lo soltaron, ya no era el mismo.
3 de mayo de 2021 – Cali, La Luna – Ataque a defensora de derechos humanos
En La Luna, barrio de lucha, Magaly Pino acompañaba al pueblo. Le dispararon con una Mini Uzi mientras buscaba refugio. Querían silenciar su voz, pero lo que hicieron fue sembrarla más hondo.
3 de mayo de 2021 – Bucaramanga – Detención arbitraria, tortura y montaje judicial
En Piedecuesta, detuvieron al abogado Johan Sebastián Moreno Castro, defensor de derechos humanos. Tenía su credencial visible, pero eso no importó. Lo golpearon, lo esposaron, lo incomunicaron. Su hermana fue maltratada por exigir justicia. Terminó en el hospital. Luego vino el montaje judicial. No fue el único: otros jóvenes fueron heridos y detenidos ese día sin nombre ni razón.
3 de mayo de 2021 – Bogotá – Detención arbitraria y tortura
En Kennedy, Diego Luna Rojas grababa lo que no debía: jóvenes golpeados en los baños del Portal Américas. El ESMAD lo detuvo, lo arrastró, lo golpeó. Le dijeron que si seguía sangrando le traerían un trapero. Lo soltaron por los gritos del barrio. Al día siguiente, una visita oficial confirmó: diez jóvenes fueron torturados allí, esa noche.
3 de mayo de 2021 – Palmira – Violencia sexual
Palmira fue otra herida del paro. Esa noche, once mujeres fueron agredidas sexualmente por agentes del Estado. Dos eran niñas. En algunos casos, las violentaron juntas. El cuerpo de las mujeres también fue campo de batalla.
3 de mayo de 2021 – Cali – Ataque a defensoras de derechos humanos
La noche del 3 de mayo, mientras Cali ardía en La Luna, una misión de verificación caminaba entre el humo. Allí estaban Darnelly Rodríguez y Ana María Burgos. Un policía de civil las atacó: patadas, golpes con el casco, insultos, amenazas de violación y de muerte. Una de ellas quedó con lesiones permanentes. La agresión ocurrió cerca de la Estación Fray Damián. No fueron las únicas: también fueron golpeados Iván López, Herson Aullón y Peter Sepúlveda. Ser defensor también era un delito.
Estos nombres, estos cuerpos, estos relatos no son pasado. Son heridas abiertas que caminan con nosotros. Mientras estos crímenes se mantengan en la impunidad, la horrible noche no habrá cesado. Y no habrá paz verdadera mientras no se digan los nombres de los responsables, mientras los culpables sigan libres y las víctimas sigan enterradas en estadísticas.
Por eso escribimos.
Por eso marchamos. Por eso seguimos.
Porque lo que se nombra, existe.
Y lo que existe, resiste.