El Parque Caldas, ese rincón encantador de Popayán que ha sido testigo de más historia y cultura que muchas de nuestras bibliotecas locales, ahora se ha convertido en el escenario de un entramado jurídico que, si no fuera por su impacto en derechos fundamentales, sería una comedia de enredos digna de una serie de televisión: el “Apartheid Patojo” dirigido por nuestro querido alcalde, Juan Carlos Muñoz. Gracias a una recomendación de la Procuraduría —que, como es bien sabido, tiene tanto peso vinculante como una pluma en un huracán— el parque Caldas ha sido sometido a una serie de restricciones que han dejado a todos, desde nuestros artistas locales hasta nuestra estimada llama Pepe, en una especie de purgatorio administrativo.

Mientras tanto, Pepe, la llama que ha aportado tanto encanto y autenticidad a la vida del parque, y Don Israel, su fotógrafo y adoptante, se ven forzados a correr cada vez que los funcionarios de la Alcaldía y la policía se les acercan. Estos guardianes del orden público no pierden oportunidad para imponer comparendos a Don Israel y a su fiel compañero, simplemente por trabajar en el Parque Caldas y capturar la esencia de este espacio. La situación ha transformado el parque en un escenario donde la burocracia y la vigilancia se combinan para crear una auténtica tragicomedia, que reflejan el profundo impacto de las decisiones administrativas en la vida comunitaria.

Pepe, la llama que no solo ha sido el leal compañero de Don Israel, nuestro fotógrafo local, sino también el símbolo de la autenticidad del parque, ahora se ve obligada a buscar nuevos pastos. ¿La razón? La reciente medida restrictiva impuesta por la Alcaldía ha convertido el Parque Caldas en un club exclusivo, donde el acceso es tan limitado como el espacio en un concierto de rock VIP. Mientras los ricos de la ciudad, organizadores del festival gastronómico, pueden disponer del parque sin preocupaciones, el resto de nosotros —incluidos los artistas, los fotógrafos, los bailarines, los músicos, los chirimeros, los skaters y, por supuesto, los vendedores ambulantes— debemos trasladar nuestros eventos culturales fuera del Parque Caldas.

Claro, Don Israel y su fiel llama Pepe no se quedaron de brazos cruzados. Hoy se unieron a la “tutelatón”, una emocionante carrera de obstáculos judicial. Los danzantes de “Jueves de Free”, quienes fueron los primeros en acudir a la justicia para defender sus derechos fundamentales, tuvieron la mala suerte de que su caso cayera en manos del Juez Primero Administrativo de Popayán, Ernesto Andrade Solarte. Este juez decidió que, para que la tutela fuera siquiera considerada, era necesario agotar primero todas las vías administrativas, permitiendo que los derechos fundamentales de los ciudadanos comunes sigan vulnerados.

En una decisión de primera instancia, Solarte negó la tutela, argumentando que se debía adelantar el trámite ante la Alcaldía, a pesar de que es bien conocido que la postura de esta institución no ha cambiado: el Parque Caldas está reservado solo para los organizadores del festival gastronómico, quienes forman parte de las familias adineradas de la ciudad.

¿Por qué? Porque, por supuesto, el parque no es un lugar para la plebe ni para la cultura popular. No, solo para los eventos de la élite, que parecen tener la bendición divina para disfrutar del parque sin causar “detrimento” a su piedra. Esperamos que Don Israel y Pepe tengan mejor suerte y que su tutela sea revisada por un juez garantista que realmente entienda el valor de la igualdad y el acceso justo para todos.

Lo que se está viviendo en el Parque Caldas es una obra maestra de exclusión y segregación. Mientras el festival gastronómico recibe luz verde para ocupar cada rincón, los artistas, artesanos, vendedores ambulantes y jóvenes que practican danza urbana y andina y otros deportes se encuentran excluidos, relegados a un limbo administrativo que un ultimas es un capricho clasista de nuestro gobernante local.

Entonces, mientras esperamos que el sistema judicial, en su infinita sabiduría, decida revisar la situación de manera justa y garantista, la realidad es que el Parque Caldas sigue siendo un lugar donde la justicia se encuentra a un par de pasos de una utopía. Don Israel y su inseparable Pepe solo quieren regresar al parque para seguir ofreciendo alegría y capturando momentos auténticos de un lugar emblemático de nuestra ciudad.

Por Sofía López Mera, abogada, periodista y defensora de derechos humanos de la Corporación Justicia y Dignidad.